miércoles, enero 30, 2008

Homenaje a la mujer: El rostro de la mujer en el arte

Comparto con ustedes esta animación. Dura algo más de 2 minutos. El video fue extraído de http://www.fluvium.org/ .

Las técnicas que la animación nos permiten hacer un recorrido por el rostro de la mujer en algunos pintores y estilos (vídeo duración 2' 52"):

El rostro de la mujer en el arte
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martes, enero 22, 2008

ARTÍCULO: "SUFRIR POR UNA BUENA CAUSA"

Por Alfonzo Aguiló
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El día 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks regresaba a casa después de su jornada de trabajo como asistenta y costurera en Montgomery, capital del Estado de Alabama. Subió al autobús que recorría Cleveland Avenue. Vio unos sitios libres en la zona central y se sentó. Eran unos asientos que estaban permitidos a personas de color, pero que, de acuerdo con las leyes de segregación entonces vigentes, debían cederse a los blancos si estos no tenían asiento en los diez primeros puestos, que ya estaban reservados en exclusiva para ellos. En la siguiente parada, los puestos exclusivos para blancos se llenaron y el conductor exigió a Rosa Parks y a otros tres ciudadanos negros que se levantaran de sus asientos. Ella estaba agotada. Le dolían los pies. Estaba cansada de tantas horas de trabajo, pero sobre todo estaba cansada de tanta injusticia legal. Aquel día pensó que aquello no podía seguir siempre así. El conductor gritó: «¿No se va a levantar?». «No», respondió ella. «Bueno, entonces voy a hacer que la arresten.» «Puede hacerlo», respondió serenidamente.

Rosa Parks fue arrestada y condenada a pagar una multa de diez dólares, más otros cuatro por costas judiciales. En ese momento estaba en vigor la doctrina de “separados pero iguales” impuesta por la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1896, a raíz del famoso caso "Plessy versus Fergusson".
La noticia de la condena contra Rosa Parks corrió de boca en boca por toda la ciudad. La comunidad negra se unió como un solo hombre y organizó un boicot total contra las empresas de autobuses de Montgomery.



Durante más de un año, aquella población de casi cien mil habitantes vio cómo los ciudadanos de color se movían pacientemente a pie, de un lado a otro, en una lucha silenciosa contra la segregación racial. Las empresas de autobuses se arruinaron, ya que dos tercios de sus clientes habituales eran negros.El boicot fue un éxito, y el movimiento a favor de los derechos civiles se extendió por todo el país. El 20 de diciembre de 1956, Montgomery abolió las leyes de segregación racial en el transporte. El ejemplo fue imitado en otros lugares y en menos de un año decenas de ciudades siguieron su camino.

Rosa Parks fue una mujer corriente que, con aquel memorable acto de valor, fue elevada a la categoría de leyenda. Aquel día se quedó sentada, con dignidad y valentía, con toda la fuerza de la historia de los sufrimientos de su raza latiendo en su sangre. Su gesto recorrió el mundo, y sus palabras, siempre parcas y nobles, taladraron la sociedad de su tiempo. «Nunca pensé en ser una heroína, yo simplemente hice lo que era correcto según mi conciencia. Quiero ser recordada como una persona que se levantó contra la injusticia, que quiso un mundo mejor para los jóvenes. Una mujer que quiso ser libre y quiso que otros fueran libres».

Rosa Parks

Era una mujer culta, estudiosa, con una extraña serenidad ante los acontecimientos, con ese señorío y esa dignidad tan necesarios para defender la verdad sin violencia. Recibió numerosas amenazas de gente poderosa, y tuvo que sufrir mucho, pero fue valiente y no se arredró. Empezó ella sola, pero fue catalizadora de un gran cambio. Actuó sin alentar el rencor o la revancha, y nunca se permitió ni ser humillada ni odiar. Su figura ha servido a muchos como inspiración para luchar por lo que es justo, para atreverse a dar la cara cuando quizá es más fácil dejar las cosas como están. Porque es difícil lograr que las cosas mejoren sin aceptar que ese empeño supone, casi siempre, sufrir y hacer sufrir, al menos inicialmente. El mundo mejora cuando las personas apuestan por causas que merecen la pena, y, sobre todo, cuando no las eluden para evitarse así el correspondiente sufrimiento.

domingo, enero 20, 2008

CEFEM: CREANDO Y HACIENDO EMPRESA EN EL PERÚ

El CEFEM, es el Centro de Formación Empresarial para la Mujer que funciona en la ciudad sureña de Cañete -Perú. Se creó para ayudar a la mujer cañetana a generar sus propios ingresos a través del auotoempleo creando o mejorando sus negocios.

Este centro está impulsado y realizado por CONDORAY, Centro de Formación Profesional e Integral para la Mujer, obra corporativa del Opus Dei que tiene su sede en San Vicente de Cañete.

El CEFEM cuenta con el apoyo de la Fundación suiza Limmat Stiftung, y lo sacan adelante un grupo de jóvenes profesionales, que de esta manera benefician con su trabajo al desarrollo de la mujer microempresaria en esta parte del país.

La Lic. Patricia Palacio, Coordinadora del Área de Asesoría nos cuenta cómo se lleva a cabo este trabajo.

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¿Cómo trabaja el CEFEM?

El CEFEM brinda formación integral a la mujer a través de sus servicios de capacitación, asesoramiento personalizado, creación de empresas, comercialización y créditos. Damos a las microempresarias las herramientas técnicas y de gestión necesarias para crear una empresa o fortalecer la que ya tienen.

¿A qué se refiere con formación integral?

Es decir que no nos limitamos a la parte técnica sino a la mejora de la persona en todos sus aspectos.




¿Podría contarnos algún caso en el que se ponga de manifiesto esta formación integral?

Sí, varios. Recuerdo el caso de una señora muy sencilla que vende fruta en la carretera Panamericana que inició su capacitación en el área de costos. Lo primero que hiciemos fue ayudarle a hacer el costeo y a establecer el sueldo que debía recibir. Para ello debíamos hacer una relación de sus gastos familiares y personales. Al hacerle las preguntas para trabajar los respectivos quedó de manifiesto que en su familia no se utilizaban los productos de higiene personal necesarios. Hubo que explicarle la importancia del uso de estos productos para mejorar el porte externo y también para la salud corporal. Agradeció mucho que le explicáramos estas cosas porque no se había percatado de su importancia.

También está el caso de una señora que tiene una farmacia cuyo local visitamos para la primera inspección y toma de datos. Nos dimos cuenta que vendía productos contra la vida que además, como se sabe, producen alteraciones en el organismo. Se le hizo ver que no era moralmente ético comercializar estos productos y aunque le costó un poco entenderlo, finalmente se comprometió a retirar de sus vitrinas dichos artículos y a no venderlos en adelante. En las sucesivas visitas a su negocio hemos comprobado que efectivamente ha entendido las razones de fondo y su negocio ha mejorado notablemente tanto en la exhibición de los productos como en el control de ingresos y salidas de dinero.



¿Ha habido algún caso que le haya llamado especialmente la atención?

Recuerdo mucho el caso de una señora que vendía pollos y abarrotes en el mercado. Como suele pasar en estos casos, se trataba de un pequeño espacio sin una adecuada exhibición de los productos. Como parte de la asesoría se le invitó a hacer una pasantía al supermercado Wong de Asia. Al inicio se negaba a entrar porque consideraba que era un lugar "para ricos". Además nunca había salido de San Vicente y estaba muy nerviosa de ir unos kilómetros al norte de la Panamericana. La consultora, luego de convencerla la llevó a conocer toda la tienda. Por supuesto quedó muy impresionada. Rápidamente decidió remodelar completamente su puesto invirtiendo lo que hiciera falta. Además aprendió distintas formas de exhibir las piezas de pollo de manera atractiva con adornos de vegetales, verduras, etc. Además, a través de un estudio de costos se detectó que le era más rentable quedarse sólo con los pollos y eliminar los abarrotes.

La señora ha dado un giro notable a su negocio y lo más impresionante es que su grado de instrucción es apenas de primaria incompleta. Por otro lado descubrió los beneficios del ahorro por lo cual ha abierto una cuenta en un banco de la localidad.


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Nos alegra los excelentes resultados y el impacto que tiene la labor que desarrolla el CEFEN y esperamos que surjan iniciativas similares en otros puntos de nuestro país.

viernes, enero 18, 2008

Sarkozy y la laicidad madura: A PROPÓSITO DEL DISCURSO

DE: http://www.laiglesiaenlaprensa.com/

La tranquilidad de la Navidad me ha permitido leer el texto completo del discurso que el presidente francés Nicolas Sarkozy pronunció el pasado 20 de diciembre en la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, de la que -como Jefe de Estado francés- es "canónigo de honor". A pesar de que ya no es noticia, no quiero dejar de anotar aquí­ algo de ese discurso, que supone un giro copernicano en el modo oficial francés de entender la laïcité. (Aquí­ se puede descargar el
texto completo en francés; aquí­ hay un buen resumen en español).

Aludiendo a las raíces cristianas de Francia -que se manifiestan, afirma, en su cultura, paisajes, modo de vivir, arquitectura, literatura-, Sarkozy subraya que se trata "de un hecho". Es decir, de algo evidente y comprobable. En este contexto, es difí­cil no pensar en Valéry Giscard d'Estaing y Jacques Chirac, otros dos franceses de su mismo espectro polí­tico, que hicieron todo lo posible (con éxito) para que -en nombre de la laicidad- no se mencionaran esas raí­ces cristianas en el famoso preámbulo de la carta europea. [Como se sabe, el proyecto fue rechazado por referendum precisamente en Francia.].

Si para esos dos polí­ticos franceses, y para muchos otros, laicidad equivale a negar relevancia pública a la religión, especí­ficamente al cristianismo, Sarkozy tiene otra visión. Dice que también la laicidad es un hecho en Francia, pero que no hay que entenderla como negación del pasado. "Debemos mantener juntos los dos extremos de la cadena: aceptar las raí­ces cristianas de Francia, e incluso valorizarlas, y continuar defendiendo una laicidad que ha alcanzado la madurez". Añadió que es preciso desarrollar una laicidad nueva, madura y positiva que vigila para garantizar la libertad de pensamiento, la de creer o no creer, pero que no considera la religión como un peligro, sino como un punto a favor. Sarkosy constata que fenómenos como la disminución del número de sacerdotes y la pérdida de religiosidad "no han hecho más felices a los franceses", sino más bien al contrario. Sostiene que en un mundo obsesionado por el bienestar material, pero al mismo tiempo cada vez más en busca de sentido y de identidad, la República francesa necesita de gentes que nutran esperanza, "de católicos convencidos, que no teman afirmar lo que son y en lo que creen".

domingo, enero 13, 2008

TOLKIEN, LEWIS Y LA EUCATÁSTROFE

De todas sus relaciones profesionales y de amistad, fue la mantuvo con C. S. Lewis la más significativa para el crecimiento intelectual de Tolkien. Estos dos hombres pulieron sus agudos intelectos durante sus largas caminatas en el campo inglés. Los frutos de su prolongada amistad son imposibles de medir. A través de una amistosa conversación, Tolkien descubrió cómo podía integrar su fe católica con su voación literaria.


Cuando Tolkien y Lewis se encontraron por primera vez como jóvenes caballeros en Oxford en 1926, ambos se atrajeron por un amor compartido hacia la mitología nórdica. Su amistad fue creciendo y fortaleciendo mientras que leían poesía épica nórdica en un club llamado "Coalbiter". Posteriormente, fundaron una sociedad literaria "ad hoc" llamada "Inklings". Los encuentros de este pequeño grupo de amigos inspirarían a ambos: a Lewis apara escribir sus "Crónicas de narnia" y a Tolkien para crear "El hobbit" y "El señor de los anillos".

Sim embargo, fueron sus largas discusiones sobre la relación entre la literartura y la religión lo que cementó su amistad; una amistad que fue el centro de conversión de Lewis del agnosticismo. A través de una persistente paciencia, Tolkien lo inmiscuyó en el teísmo filosófico. Su subsecuente conversión al cristianismo dependía de un argumento que interpelaba de manera especial su ficcionaria mente.

Este argumento también revela algo muy importante acerca del entendimiento de Tolkien sobre su vocación como artista. Advirtió que era común, a través de la historia de la humanidad, crear mitologías de manera que transmitan las creencias más elementales. Es razonable asumir, argumentaba el escritor, que si existe Dios, Él trasmitiría su revelación en forma de mito, aunque este mito fuera verdad.
El cristianismo fue el candidato más posible para encarnar el "mito perfecto", ya que compartía todos los elementos comunes de las mejores mitologías.

El relato evangélico fue considerado por Tolkien y Lewis como una "eucatástrofe", la más alegre de todas las tragedias, ya que satisfacía los anhelos más profundos del corazón humano, incluyendo el deseo por una mitología épica. Pero este mito tenía la ventaja de ser un hecho histórico interpretado a través del texto literario y la tradición poética.

Este discernimiento desarrollado por Tolkien y Lewis en toda su literatura filosófica y mitológica los inspiró a crear nuevas mitologías para nuestro tiempo.

Para estos dos frustrados poetas, que se ganaban la vida como caballeros de Oxford, existía una obvia consecuencia de su teoría sobre la mito-poética: ellos tenían que empezar a escribir ficción popular. Si Dios usaba narrativa para comunicar su revelación al hombre, y el hombre es llamado a ser imagen de Dios en al tierra, entonces la más noble vocación del hombre es crear nuevos "mundos secundarios" en la narrativa.

viernes, enero 11, 2008

CULTURA: Un breve aporte de Enrique Rojas

Les copio dos piés de página del libro de Enrique Rojas "La conquista de la voluntad" que me han parecido bastante claros y actuales.

El primero hace referencia a la falta de calidad cultural de los medios de comunicación masiva - en concreto se refiere a la televisión- mientras que el segundo explica escueta y brevemente el giro que ha tenido el concepto de cultura a través de la historia hasta nuestro tiempo.




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(pág 26)

Últimamente se ha puesto de moda, con acierto, la expresión televisión basura que contiene en su seno, masivamente, pornografía, sexo fácil, violencia, concursos absurdos y los llamados reality shows. estos últimos merecen un apartado aparte. Estos dramas de la vida real sirven de ganchos de audiencia, convirtiéndose en géneros de moda en las cadenas de todo el mundo. Este recurso morboso se aliña a base de un hecho breve, visualizable, lleno de dramatismo, sufrimiento, violencia....¿Por qué se utiliza? Porque el morbo vende, y su lenguaje nos bombardea con sensaciones más que con ideas. Aquí se cumple otro principio: la tendencia de la televisión a procrar entretener y hacer pasar el rato a costa de lo que sea. De ahí que ese caleidoscopio de horrores, ese desfile de situaciones trágicas, no sea otra cosa que cultivar una curiosidad malsana.

Interesa la vida ajena convertida en dolor. El telespectador llena su vacío sumergiéndose en escenas patéticas, con lo que uno se queda realtivamente tranquilo con su vida, al compararla con lo que está viendo. ¡Qué lejos está todo esto de la cultura! Con esta mediocridad el hombre no llegará muy lejos, pues queda indefenso intelectualmente, siendo fácil presa de la manipulación de cualquier mensaje.




(pág 27)
El ideal clásico de la cultura empezó siendo aristocrático, para hacerse después contemplativo. Durante la Edad Media se creía que las artes liberales -Trivium- eran las que hacían más libre al hombre: la gramática, la retórica y la dialéctica. A la filosofía se la consideraba como algo instrumental de la cultura. El Renacimiento es una vuelta al mundo grecorromano, transitando de una etapa teocéntrica a otra antropocéntrica (pasamos de la idea de Dios es todo a otra en la que el hombre es todo). La sabiduría deja de ser contemplativa para hacerse activa.

ACTUALIDAD: DISCURSO DEL PRESIDENTE FRANCÉS EN SAN JUAN DE LETRÁN

El 20 de Diciembre del año que ya se nos fue, el presidente de Francia Nicolás Sarkozy dió el discurso -que ahora copiamos- en la Basílica de San Juan De Letrán -ciudad de Roma-. Sarkozy se presentó en el Vaticano para ser investido canónigo de San Juan de Letrán, como le corresponde como Jefe del Estado Francés, aunque no haya de por medio obligación alguna.


La polémica suscitada por el hecho no es para menos, considerando el contraste entre los acontecimientos de índole personal que, siendo objeto de banquete mediático, llamaron la atención al mundo (me refiero como es obvio a la separación de su esposa y ... todo lo demás) y el contenido del discurso.

Lo cierto es que el discurso es éste -ni modo pues-, nos guste o no - aunque debo admitir que la fuente me da ciertos reparos-.


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"Al venir esta tarde a San Juan de Letrán y aceptar el titulo de canónigo de esta basílica, conferido por primera vez a Enrique IV y transmitido desde entonces a casi todos los jefes de Estado franceses, asumo plenamente el pasado de Francia y ese lazo tan particular que durante tanto tiempo ha unido a nuestra nación con la Iglesia.

Fue con el bautismo de Clodoveo como Francia se convirtió en hija primogénita de la Iglesia. Esos son los hechos. Al hacer de Clodoveo el primer soberano cristiano, este acontecimiento tuvo consecuencias importantes para el destino de Francia y para la cristianización de Europa. En múltiples ocasiones después, a lo largo de su historia, los soberanos franceses tuvieron ocasión de manifestar la profundidad del vínculo que les ligaba a la iglesia y a los sucesores de Pedro. Tal fue el caso de la conquista por Pipino el Breve de los primeros estados pontificios o de la creación ante el Papa de nuestra más antigua representación diplomática.

Mas allá de los hechos históricos, si Francia mantiene con la sede apostólica una relación tan particular es sobre todo porque la fe cristiana ha penetrado en profundidad la sociedad francesa, su cultura, sus paisajes, su forma de vivir, su arquitectura, su literatura. Las raíces de Francia son esencialmente cristianas. Y Francia ha aportado a la irradiación del cristianismo una contribución excepcional. Contribución espiritual y moral por la fuerza de santos y santas de universal alcance: San Bernardo de Claraval, San Luis, San Vicente de Paul, Santa Bernadette de Lourdes, Santa Teresa de Lisieux… Contribución literaria y artística: de Couperin a Peguy, de Claudel a Bernanos, Vierne, Poulen, Duruflé, Mauriac o Messiaen. Contribución intelectual, tan cara a Benedicto XVI: Pascal, Bossuet, Maritain, Mounier, Lubac, Girard… Permítaseme también mencionar la aportación determinante de Francia a la arqueología bíblica y eclesial, aquí en Roma, pero también en Tierra Santa, así como a la exégesis bíblica, en particular con la escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén.
(…)
Las raíces cristianas de Francia son también visibles en esos símbolos que son los establecimientos píos, la misa anual de Santa Lucía y la de la capilla de Santa Petronila. Y luego está además, por supuesto, esta tradición que hace del presidente de la republica francesa, canónigo de honor de San Juan de Letrán. Esto no es cualquier cosa: es la catedral del Papa, es la “cabeza y madre de todas las iglesias de Roma y del mundo”, es una iglesia inscrita en el corazón de los romanos. Que Francia esté unida a la iglesia católica por este título simbólico, es la huella de esta historia común donde el cristianismo ha contado mucho para Francia y Francia ha contado mucho para el cristianismo. Y es así como, con toda naturalidad, he venido yo, como antes el general de Gaulle, Giscard d’ Estaing y más recientemente Jacques Chirac, a inscribirme felizmente en esta tradición.

Tanto como el bautismo de Clodoveo, la laicidad es igualmente un hecho incontestable en nuestro país. Conozco bien los sufrimientos que su ejecución provocó en Francia entre los católicos, entre los sacerdotes, entre las congregaciones, antes de 1905. Sé también que la interpretación de aquella ley de 1905 como un texto de libertad, de tolerancia y de neutralidad es en parte una reconstrucción retrospectiva del pasado. Fue sobre todo por su sacrificio en las trincheras de la Gran Guerra, compartiendo los sufrimientos de sus conciudadanos, como los sacerdotes y religiosos de Francia desarmaron al anticlericalismo, y fue su inteligencia común lo que permitió a Francia y a la Santa Sede superar sus querellas y restablecer sus relaciones.

Nadie cuestiona ya que el régimen francés de laicidad es hoy una libertad: libertad de creer o no creer, de practicar una religión y de cambiarla por otra, de no ser afectado en su conciencia por prácticas ostentatorias, libertad para los padres de hacer que se dé a sus hijos una educación conforme a sus convicciones, libertad de no ser discriminado por la administración en función de las propias creencias.

Francia ha cambiado mucho. Los franceses tienen convicciones más diversas que antes. A partir de ahí la laicidad se ha afirmado como una necesidad y una oportunidad. Se ha convertido en una condición de la paz civil. Y por eso el pueblo francés ha sido tan ardiente para defender la libertad escolar como para desear la prohibición de signos ostentatorios en la escuela.

Siendo así, la laicidad no podría ser la negación del pasado. La laicidad no puede cortarle a Francia sus raíces cristianas. Ha intentado hacerlo; no habría debido. Como Benedicto XVI, yo considero que una nación que ignora la herencia ética, espiritual, religiosa de su historia, comete un crimen contra su cultura, contra esa mezcla de historia, patrimonio, arte y tradiciones populares que impregnan tan profundamente nuestra manera de vivir y de pensar. Arrancar la raíz es perder la significación, es debilitar el cimiento de la identidad nacional y secar aún más las relaciones sociales, que tanta necesidad tienen de símbolos de memoria.

Por eso debemos mantener juntos los dos extremos de la cadena: asumir las raíces cristianas de Francia e incluso revalorizarlas, sin dejar de defender una laicidad que al fin ha llegado a su madurez. Ese es el sentido de mi presencia en San Juan de Letrán.

Ha llegado el tiempo de que, en un mismo espíritu, las religiones, y en particular la católica, que es nuestra religión mayoritaria, y todas las fuerzas vivas de la nación miren juntas a los desafíos del futuro y no sólo a las heridas del pasado.

Comparto el juicio del Papa cuando considera, en su última encíclica, que la esperanza es una de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo. Desde el Siglo de las Luces, Europa ha experimentado muchas ideologías. Ha puesto sucesivamente sus esperanzas en la emancipación de los individuos, en la democracia, en el progreso técnico, en la mejora de las condiciones económicas y sociales, en la moral laica. Se extravió gravemente en el comunismo y en el nazismo. Ninguna de estas diferentes perspectivas –que evidentemente no pongo en el mismo plano- ha estado en condiciones de satisfacer la necesidad profunda de hombres y mujeres de encontrar un sentido a la existencia.

Por su puesto, fundar una familia, contribuir a la investigación científica, enseñar, combatir por ideas, en particular si son las de la dignidad humana, dirigir un país, todo eso podría dar sentido a una vida. Esas son las pequeñas y grandes esperanzas “que día a día nos mantienen en camino”, para retomar los propios términos de la encíclica del Santo Padre. Pero ellas no responden por sí mismas a las preguntas fundamentales del ser humano sobre el sentido de la vida y el misterio de la muerte. No saben explicar lo que pasa antes de la vida y lo que pasa después de la muerte.

Estas preguntas se las han hecho todas las civilizaciones en todos los tiempos. No han perdido ni un ápice de su pertinencia. Al contrario. Las facilidades materiales cada vez mayores de los países desarrollados, el frenesí del consumo, la acumulación de bienes, subrayan cada día más la aspiración profunda de las mujeres y los hombres a una dimensión que les supere, porque esa aspiración nunca ha estado menos satisfecha que hoy.

“Cuando las esperanzas se realizan –prosigue Benedicto XVI- se revela claramente que en realidad eso no es todo. Parece evidente que el hombre tiene necesidad de una esperanza que vaya más allá. Parece evidente que sólo puede bastarle algo infinito, algo que siempre será lo que él nunca podrá alcanzar. (…) si no podemos esperar más que lo accesible, ni más que lo que podamos aguardar de las autoridades políticas y económicas, nuestra vida se reducirá a una vida privada de esperanza”. O también, como escribía Heráclito, “si no esperamos lo inesperable, no lo reconoceremos cuando llegue”.

Mi convicción profunda, de la que he hablado sobre todo en el libro de entrevistas que publiqué sobre la República, las religiones y la esperanza, es que la frontera entre la fe y la no-creencia no está y nunca estará entre quienes creen y quienes no creen, porque en realidad pasa a través de cada uno de nosotros. Incluso quien afirma no creer, no puede negar que se hace preguntas sobre lo esencial. El hecho espiritual es la tendencia natural de todos los hombres a buscar una trascendencia. El hecho religioso es la respuesta de las religiones a esta aspiración fundamental.

Ahora bien, durante mucho tiempo la república laica subestimó la importancia de la aspiración espiritual. Incluso tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Francia y la Santa Sede, se mostró más desconfiada que benevolente respecto a los cultos. Cada vez que dio un paso hacia las religiones, ya se tratara del reconocimiento de las asociaciones diocesanas, de la cuestión escolar, de las congregaciones, dio la impresión de que actuaba así porque no podía hacerlo de otro modo. Hasta 2002 no aceptó el principio de un diálogo institucional regular con la Iglesia Católica. Que se me permita recordar también las virulentas críticas de que fui objeto por la creación del consejo francés del culto musulmán. Aún hoy, la Republica mantiene a las congregaciones bajo una forma de tutela, rehúsa reconocer carácter cultual a la acción caritativa o a los medios de comunicación de las iglesias, de mala gana reconoce el valor de los títulos otorgados por los establecimientos de enseñanza superior católicos (aunque la convención de Bolonia los prevé), ni concede ningún valor a los diplomas de teología.

Creo que esta situación es dañina para nuestro país. Por supuesto, los que no creen deben ser protegidos de toda forma de intolerancia y de proselitismo. Pero un hombre que cree, es un hombre que espera. Y el interés de la República es que haya muchos hombres y mujeres que esperan. La desafección progresiva de las parroquias rurales, el desierto espiritual de los barrios periféricos, la desaparición de los patronazgos y la carestía de sacerdotes no han hecho más felices a los franceses. Es una evidencia.

Y además quiero decir que, si incontestablemente existe una moral humana independiente de la moral religiosa, sin embargo la República tiene interés en que exista también una reflexión moral inspirada en convicciones religiosas. Primero, porque la moral laica siempre corre el riesgo de agotarse o de derivar hacia el fanatismo cuando no va vinculada a una esperanza que llene la aspiración a lo infinito. Y además, porque una moral desprovista de lazos con la trascendencia está mucho más expuesta a las contingencias históricas y finalmente a la fragilidad. Como escribió Joseph Ratzinger en su obra sobre Europa, “el principio hoy en curso es que la capacidad del hombre sea la medida de su acción. Lo que se sabe hacer, se puede hacer”. Pero al final el peligro es que el criterio de la ética ya no sea intentar hacer lo que se debe hacer, sino hacer todo aquello que sea posible hacer. Es una enorme cuestión.

En la República laica, un político como yo no puede decidir en función de consideraciones religiosas. Pero es importante que su reflexión y su conciencia estén iluminadas sobre todo por juicios que hacen referencia a normas y convicciones libres de contingencias inmediatas. Todas las inteligencias, todas las espiritualidades que existen en nuestro país deben tomar parte en ello. Seremos más sabios si conjugamos la riqueza de nuestras diferentes tradiciones.

Por eso voto por el advenimiento de una laicidad positiva, es decir una laicidad que, siempre velando por la libertad de pensar, de creer y no creer, no considere que las religiones son un peligro, sino que son un valor. No se trata de modificar los grandes equilibrios de la ley de 1905: ni los franceses lo desean, ni las religiones lo piden. Al contrario, se trata de buscar el diálogo con las grandes religiones de Francia y de tener como principio el facilitar la vida cotidiana de las grandes corrientes espirituales, en vez de complicársela.

Para terminar mis palabras quisiera dirigirme a aquellos de ustedes que se hallan comprometidos en las congregaciones, en la curia, en el sacerdocio y en el episcopado o que actualmente siguen su formación de seminarista. Simplemente querría comunicarles los sentimientos que me inspira su opción de vida.
(…)
Lo que quiero decirles como presidente de la República, es la importancia que otorgo a lo que ustedes hacen y a lo que ustedes son. Su contribución a la acción caritativa, a la defensa de los derechos del hombre y de la dignidad humana, al diálogo interreligioso, a la formación de las inteligencias y de los corazones, a la reflexión ética y filosófica, es de primera importancia. Arraiga en lo más profundo de la sociedad francesa, en una diversidad frecuentemente insospechada, igual que se despliega a través del mundo.

(…)

Al dar en Francia y en el mundo este testimonio de una vida entregada a los otros y llena de la experiencia de Dios, crean ustedes esperanza y hacen ustedes que crezcan los sentimientos más nobles. Es una suerte para nuestro país, y yo, como presidente, lo considero con mucha atención. En la transmisión de los valores y en el aprendizaje entre el bien y el mal, el profesor nunca podrá sustituir al pastor o al cura, porque siempre le faltará la radicalidad del sacrificio de su vida y el carisma de un compromiso transportado por la esperanza.

(…)

En este mundo paradójico, obsesionado por el confort material y que al mismo tiempo busca cada vez más el sentido y la identidad, Francia necesita católicos convencidos que no teman afirmar lo que son y en lo que creen. La campaña electoral del 2007 ha demostrado que los franceses tenían ganas de política a poco que se les propusiera ideas, proyectos, ambiciones. Mi convicción es que también esperan espiritualidad, valores, esperanza.

(…)

Francia necesita creer de nuevo que no va a sufrir el futuro, porque va a construirlo. Por eso necesita el testimonio de aquellos que, impulsados por una esperanza que les trasciende, todas las mañanas se ponen en camino para construir un mundo más justo y más generoso.

Esta mañana he ofrecido al Santo Padre dos ediciones originales de Bernanos. Permítanme concluir con Él: “el futuro es algo que se supera. No se sufre el futuro, se hace. (…). El optimismo es una falsa esperanza para uso de cobardes (…). La esperanza es una virtud, una determinación heroica del alma. La más alta forma de esperanza es la desesperanza superada”. ¡Qué bien comprendo el gusto del Papa por ese gran escritor que es Bernanos!

Donde quiera que ustedes actúen, en los barrios, en las instituciones, cerca de los jóvenes, en el diálogo interreligioso, yo les apoyaré. Francia tiene necesidad de su generosidad, de su coraje, de su esperanza.