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Imagino que no tardará en ser estudiado este "caso" como un problema de comunicación o de incomunicación. En concreto, de comunicación o de des-comunicación institucional por parte de todos los "actores" (por no decir "los actantes") implicados. Escribo lo que sigue a regañadientes, a petición de un lector:
Entiendo que éste es un asunto más bien grave de comunicación institucional
-- del Vaticano, -- del mundo hebreo -dicho sea en general, para no señalar directamente a Israel como estado, o a su Rabinato, o a los rabinos de uno u otro lugar, etc.-, -- de diversos estados del mundo occidental -por no aludir directamente en solitario a Alemania, etc.-, -- de los periódicos que -como instituciones que también son- no quieren perder de la mano qué sea lo "políticamente correcto" en el ámbito público, etc.-- de la Fraternidad tradicionalista de San Pio X, etc.
-- del Vaticano, -- del mundo hebreo -dicho sea en general, para no señalar directamente a Israel como estado, o a su Rabinato, o a los rabinos de uno u otro lugar, etc.-, -- de diversos estados del mundo occidental -por no aludir directamente en solitario a Alemania, etc.-, -- de los periódicos que -como instituciones que también son- no quieren perder de la mano qué sea lo "políticamente correcto" en el ámbito público, etc.-- de la Fraternidad tradicionalista de San Pio X, etc.
Aunque se hable alegóricamente -como agraviantes, agraviados, chivos expiatorios, etc.- de personas concretas (Williamson, Merkel, y sobre todo de Benedicto XVI, etc.) a las que se adjudican esos u otros papeles en el asunto.
Lo que de modo explícito está ahora en juego es el "negacionismo" (prohibido en Alemania), término acuñado para referir revisionismos históricos, pero que prácticamente queda asociado en directo con el holocausto de judíos en cámaras de gas de campos de exterminio en la Alemania hitleriana de la segunda guerra mundial.
La historia breve del caso es ésta:
1) el Vaticano, en un gesto de Benedicto XVI, al final de la "semana de oración por la unidad de los cristianos", abriendo los brazos de la Iglesia al retorno de los obispos lefebvrianos ilegítimamente ordenados en 1988, levanta su excomunión.
2) la prensa levanta con gran escándalo tipográfico y polémico la noticia de que días atrás, Williamson había negado -en una entrevista registrada por una televisión sueca el 1 de noviembre del 2008 y difundida el 21 de enero 2009- el holocausto de judíos en cámaras de gas, etc.
3) Ante el escándalo, Williamson pide disculpas al Papa.
4) Al tiempo, algunos teólogos alemanes y suizos, Hans Küng entre ellos, critican al Papa (deberían haberlo hecho al Vaticano, al tratarse de una cuestión institucional) por "no calcular el efecto que iba a tener el revocar la ex comunión que pesaba sobre un obispo que ha negado públicamente el Holocausto".
5) Ese efecto se manifiesta inmediatamente en los medios de comunicación, dicho sea por resumir, en una apreciación de "pérdida de imagen" del Papa y de la Iglesia. Sobre todo, con las "exigencias" de la arrogante intervención pública de la Merkel.
6) La Santa Sede hace público, en un comunicado de la Secretaría de Estado (texto esp.), que
6.1.) el Papa Benedicto XVI desconocía (muchos medios entrecomillan acusadoramente la palabra) aquella posición de Williamson "en el momento de revocar la excomunión".
6.2.) Williamson debe retractarse de sus palabras inequívoca y públicamente si quiere seguir siendo prelado de la Iglesia católica.
6.3.) exige a la Fraternidad de San Pío X, fundada por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre, que si desea ser reconocida por la Santa Sede es "indispensable" que reconozca plenamente el Concilio Vaticano II.
6.1.) el Papa Benedicto XVI desconocía (muchos medios entrecomillan acusadoramente la palabra) aquella posición de Williamson "en el momento de revocar la excomunión".
6.2.) Williamson debe retractarse de sus palabras inequívoca y públicamente si quiere seguir siendo prelado de la Iglesia católica.
6.3.) exige a la Fraternidad de San Pío X, fundada por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre, que si desea ser reconocida por la Santa Sede es "indispensable" que reconozca plenamente el Concilio Vaticano II.
7) El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi S.I., tras las peticiones de "claridad" en la postura del Papa, ha hecho la siguiente declaración:
"A propósito de nuevas peticiones de que se aclaren las posiciones del Papa y de la Iglesia católica sobre el tema del Holocausto, hay que recordar que el Papa ha expresado con mucha claridad su pensamiento sobre este tema
-- en la Sinagoga de Colonia, el 19 de agosto de 2005, en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, el 28 de mayo de 2006,
-- en la sucesiva audiencia general del 31 de de mayo de 2006, y más recientemente al final de la audiencia general del 28 de enero pasado, con palabras que no dan lugar a equívocos.
En esta última ocasión dijo entre otras cosas: "Mientras renuevo con afecto la expresión de mi total e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos destinatarios de la Primera Alianza, espero que la memoria de la Shoah induzca a la humanidad a reflexionar sobre el imprevisible poder del mal cuando conquista el corazón del ser humano. Que la Shoah sea para todos una advertencia contra el olvido, la negación y el reduccionismo...".El cardenal alemán Walter Kasper ha manifestado su preocupación por este agrio debate sobre la figura del Papa, hablando de "deficiente comunicación" y de otros "accidentes laborales" de este pontificado.
Son asuntos reales, que no se esconden ni escapan a la vista, si bien -a mi entender- no requieren tanto aire mediático apocalíptico (a no ser que se siga tomando al Papa y a la Iglesia como chivos expiatorios a los que cualquier ciudadano puede apedrear impunemente), sino más bien medidas profesionales de organización y comunicación a la altura del peso institucional que tiene la Iglesia en su apertura al mundo de nuestros días.
Un mundo -entre otras cosas- en el que los medios de comunicación tienden a estar en crisis, cargados de deudas y de problemas de audiencia (y de identidad), y recurren con frecuencia al escándalo como medio de captar audiencia e influencia, y con ellos, recursos publicitarios y económicos.
De todos modos, amén de esas medidas profesionales, esta cuestión institucional de la Iglesia requiere urgentemente -como pide el Papa a los católicos- del "acompañamiento de la oración de todos los fieles para que el Señor ilumine el camino de la Iglesia".
Sin esto último, los colaboradores del Pontífice -aun con todas las dotes de profesionalidad requeridas- no podrán ser de gran ayuda. En esto, la Iglesia no es una institución más entre otras tantas.
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