lunes, noviembre 14, 2011

LIBROS: SOBREVIVIR PARA CONTARLO (de Immaculée Ilibagiza)

De: http://bibliobulimica.wordpress.com/

SOBREVIVIR PARA CONTARLO

Immaculée Ilibagiza

Immaculée Ilibagiza

“Perdona mis malos pensamientos Señor” oré. “por favor…como siempre lo has hecho, aleja de mi este dolor y purifica mi corazón. Lléname con el poder de tu amor. Aquellos que cometieron esos actos terribles siguen siendo Tus hijos, déjame ayudarlos y ayúdame a perdonarlos. Oh Señor, ayúdame a amarlos”

Ruanda es un país situado en la parte central del continente africano. Está cerca de la región de los grandes lagos, y se le conoce como la “tierra de las mil colinas” por su naturaleza exhuberante. En 1994 la habitaban principalmente 3 tribus: los hutus, que eran mayoría; los Tustis, que eran minoría y los Twa, una tribu de pigmeos que vivían en los bosques de manera errante.

Ahí nació Inmaculée Ibigaliza. Ahí cada hijo tiene un apellido diferente; los padres buscan una palabra que describa lo que la madre o el padre sienten cuando ven por primera vez a su hijo recién nacido. Su lengua es el Kinyarwanda e Ilibagiza significa “resplandeciente y hermosa en cuerpo y alma”. Inmmaculée tenía 3 hermanos: Aimable, Damascene y Vianney y vivían con sus padres Leonard y Rose. Vivían en Mataba, al norte de Kibuye, en la ribera del lago Kivu.

Su vida estaba enfocada al estudio.


El padre y la madre de Immaculée, Aimable, Damascene, Immaculée y Vianney


Y entonces llegó abril de 1994.

Inmaculée junto con otras siete mujeres se escondieron en el baño de un pastor local y desde su escondite escuchaba a sus vecinos –que ella creía amigos- gritar llenos de ira que iban a matar tutsis, escuchaba el radio que ponía el pastor donde los programas hablaban y animaban a los escuchas a tomar sus machetes y terminar con “esas indeseables cucarachas”. Los hutus se comportaron como demonios: ojos desorbitados, se ponían algunos cuernos de cabras en la cabeza, y con los machetes salían a buscar a quien matar. La propaganda les hizo olvidar que los tutsis eran seres humanos, se referían a ellos como animales y en cuestión de tres meses mataron a un millón de personas. Se dice que los cadáveres se descomponían en los campos y que cuando llegó la ayuda tuvieron que matar a los perros para que dejaran de comerse los restos humanos.


Portada del libro en español

Inmmaculée sobrevivió; pesaba 52 kilos antes de esconderse, cuando salió 91 días después de su escondite pesaba sólo 29. Lo apasionante de su historia es –para mí- no que sobreviviera a la matanza, sino que sobreviviera al odio, la amargura, el dolor de saber a sus seres queridos asesinados de manera cruel. Ella, educada como católica, encontró en su fe un refugio mientras estaba escondida, y al salir, le ayudó a perdonar a sus enemigos. Sabe que la única manera de detener el ciclo de la violencia es no buscar venganza, extirpar así el odio.

Dice: “Las personas que le habían hecho daño a mi familia, se habían hecho más daño a ellos mismos, y merecían mi piedad. No había duda de que deberían ser castigados por sus crímenes contra la humanidad y contra Dios […] sabía que mi corazón y mi mente siempre estarían tentados a sentir ira, a encontrar culpables y al odio. Pero lo resolvería cuando los pensamientos negativos se apoderaran de mí, no esperaría a que crecieran o se ulceraran. Siempre volvería a la Fuente del verdadero poder: siempre regresaría a Dios y dejaría que su Amor y Su misericordia me protegieran y me salvaran”

LA BAJA NATALIDAD, EN LA BASE DE LA CRISIS ECONÓMICA


En las decenas de debates en los que he participado sobre la actual crisis económica en los últimos dos años, raramente he oído afrontar el problema de sus orígenes y de su realidad histórica. Por ello intentaré razonar sobre estos temas de una forma que no es habitual.El origen de esta crisis económica no reside en el uso equivocado de instrumentos financieros por parte de banqueros o políticos o financieros. Esta crisis tiene su origen en el hecho de que hemos negado la vida, no hemos tenido hijos, o además de no tenerlos, incluso los hemos matado, y por tanto hemos reducido el crecimiento de la población por debajo de los ritmos naturales, penalizando gravemente el crecimiento económico, el desarrollo, el bienestar.




¿Por qué razón estas cosas no se dicen? No de dicen porque se consideran de carácter moral. Y todo lo que es de carácter moral no se considera porque aparentemente no es científico.

Como afirma también el Papa Benedicto XVI en la Caritas in Veritate, el origen de esta crisis es de carácter moral: se ha negado la vida.

En el primer capítulo de la encíclica, el Papa recuerda las dos encíclicas de Pablo VI, Populorum Progressio (1967) y Humanae Vitae (1968). Pablo VI sugería que una lógica de desarrollo económico no podía prescindir del valor del hombre y por tanto del valor de la vida, y que el desarrollo debía ser integral para el hombre y no sólo material.

De hecho, en la Caritas in Veritate, Benedicto XVI expone con una racionalidad extrema el hecho de que la consecuencia del no respeto a la vida y a un desarrollo integral del hombre ha generado una forma de nihilismo y un alejamiento de la cultura contemporánea de toda forma de verdad o de principio de referencia. Este reduccionismo ha influenciado a la economía, las finanzas, la política, hasta el punto de conseguir una forma de autonomía moral que se ha convertido en enemiga del hombre.

Sobre las razones del derrumbe del desarrollo económico que ha llevado a esta crisis, ya en 1968, en la Universidad de Stanford, el profesor Paul Ralph Ehrlich comenzó a proponer una teoría neo-malthusiana suya según la cual si el crecimiento de la población hubiese continuado al ritmo de los últimos años, habría provocado un fenómeno que fue considerado aterrados en su momento: es decir, centenares de millones de personas antes del año 2000 habrían muerto de hambre por la falta de recursos.

Algunos años después, en un libro titulado “Los límites del desarrollo”, elaborado y propuesto por el Club de Roma y por muchos otros círculos similares, volvía a proponer las profecías catastróficas de Ehrlich, sosteniendo que la tasa de crecimiento de la población era demasiado alta, que había que detenerla, de lo contrario decenas de millones de personas morirían de hambre antes del año 2000 en Asia, en China y en India. Imaginaos un poco: no sólo no han muerto de hambre, sino que han llegado a ser más ricos que nosotros, hasta el punto de sostener en pie nuestra economía.

¿Y quién ha producido esta riqueza? Ha sido precisamente el crecimiento de sus poblaciones. ¿Qué provoca un sistema económico que no tiene hijos? Me limito solo a mi conocimiento de los hechos y exclusivamente a las “cunas vacías”. Los “no nacimientos” provocan una forma de congelación del número de la población y en consecuencia el aumento de los costes fijos de una estructura económica. En los años 70 el mundo estaba dividido convencionalmente en cuatro grandes áreas: el mundo desarrollado, cerca de mil millones de personas, con Estados Unidos, Canadá, Japón y Europa; después estaba el segundo mundo, el del bloque soviético; después estaba un mundo en vías de desarrollo; y finalmente, el cuarto mundo, en condiciones de grave subdesarrollo.




En aquellos años, el llamado mundo desarrollado, a causa de las teorías neo-malthusianas, bloqueó el crecimiento de la población de un 4-4,5% a una bajada progresiva hasta el 0% de los años Ochenta, sobre todo en Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón.

¿Sabéis que significa crecimiento cero? Uno piensa: ¡no se tienen hijos! No, crecimiento cero quiere decir que se tienen dos hijos por pareja, que es la tasa de sustitución. El crecimiento cero provoca la congelación del número de una población y cambia su composición: hay menos jóvenes que acceden al mundo del trabajo y de la productividad, y más personas que salen del mundo del trabajo por ancianidad. Esto provoca por un lado una menor productividad, un detenimiento del ciclo del desarrollo social, por tanto se casan menos parejas, menos parejas tienen hijos, y por otro aumentan los costes fijos. Porque las personas que envejecen tienen un coste mayor como pensiones y como sanidad, Este es un fenómeno que fue ignorado completamente. El crecimiento cero provoca la imposibilidad de reducir los impuestos porque aumentan los costes fijos: en 1975 el peso fiscal en Italia era del 25% del producto interno bruto, hoy es el 45%. El fenómeno de las cunas vacías no sólo frena completamente el crecimiento, sino que hace caer la tasa de acumulación del ahorro, porque una familia con un solo hijo tiende a no ahorrar, pierde motivaciones y no ve grandes perspectivas.

¿Qué hizo nuestra civilización desarrollada para compensar la caída del desarrollo consiguiente a la caída de los nacimientos? Llevó a cabo dos intervenciones concretas de carácter económico: el aumento de la productividad; y la deslocalización productiva. El aumento de la productividad a través de la innovación tecnológica, intentando producir más para hacer crecer más la tasa de desarrollo. La segunda estrategia fue la deslocalización productiva, es decir, la transferencia a Asia de una serie de producciones de bajo coste con el objetivo de obtener bienes que costaban menos y que hacían aumentar el poder adquisitivo. Pero tampoco esto bastó. Entonces se adoptó el llamado sistema de crecimiento a débito, haciendo endeudarse al sistema económico y sobre todo a las familias.

Os doy dos números: desde 1998 hasta 2008 el endeudamiento del sistema “Italia” ha crecido del 200% al 300% del PIB, es decir, un 50%. Todo esto para sostener una tasa de crecimiento que prescindía completamente de los nacimientos y del crecimiento de la población. Pero fue aún peor en los Estados Unidos, cargados también por exigencias de presupuesto militar. En los últimos 10 años, desde 1998 hasta 2008, el peso del endeudamiento de las familias americanas sobre el PIB pasó del 68% al 96%, es decir, 28 puntos porcentuales. 28 dividido entre diez hace 2,8 al año de crecimiento debido completamente a la tasa de endeudamiento de las familias: es decir, las familias, para sostener los consumos y el crecimiento económico del PIB se han endeudado hasta un nivel insostenible. Las familias se han encontrado siendo ellas subsidiarias del Estado, en lugar de lo contrario. Las familias se han endeudado durante muchos años, han visto derrumbarse el valor de sus inversiones, han visto caer el valor de la casa que habían comprado, han visto derrumbarse el valor de su fondo de pensiones, y todo esto endeudándose para mantener en pie casi el 75-80% del producto interior bruto americano. ¿Y todo esto por qué? Porque no se tenían hijos o no se dejaban nacer suficientes; está claro, y lo sabemos todos, que la tasa de crecimiento americano de la natalidad era levemente superior, pero ello se debía mucho también al proceso de inmigración latino-americana, que no ha sido suficiente para compensar las exigencias del PIB americano.

En conclusión: hace muchos años pensábamos que no teniendo hijos nos habríamos convertido en más ricos, habríamos estado mejor. Ha sucedido exactamente lo contrario: no teniendo hijos, nos hemos convertido en más pobres y estaremos mal durante mucho tiempo si no conseguimos desinflar este sistema de endeudamiento y si no volvemos a dejar nacer al menos a los niños concebidos.


Ettore Gotti Tedeschi es presidente del IOR (Istituto Opere Religiose).

Cfr. (ZENIT.org)