jueves, julio 23, 2009

FELICES FIESTAS PATRIAS!

PORQUE SOMOS LO MÁXIMO!




Y NUESTRA COMIDA TAMBIÉN!

CINE: HANNAH MONTANA THE MOVIE




Agradable comedia musical en la que, después de varios desaciertos en su comportamiento, la adolescente Miley Stewart (Miley Cyrus), famosa cantante pop conocida en el mundo de la música como Hannah Montana, es obligada por su padre (Billy Ray Cyrus) a tomar unas vacaciones con su familia para que tenga la oportunidad de revalorar sus prioridades. Este descanso es en el rancho donde creció Miley y donde vive su abuela Ruby (Margo Martindale) y demás familiares y amigos. Allí encontrará también a Travis (Lucas Till) un compañero de juegos de la infancia convertido ahora en un joven atractivo y varonil, y tendrá que vérselas con un paparazzi (Peter Gunn) que tiene como objetivo descubrir “su secreto”.


Igual que en el programa de TV, la acompañan en esta aventura su hermano Jackson (Jason Earles) y su mejor amiga Lilly (Emily Osment). El director hace un buen trabajo al trasladar la serie de TV a la pantalla grande con mensajes sobre el valor de la amistad, de la humildad, de la sencillez, de la cooperación comunitaria y sobre todo la primacía de la familia ante el éxito profesional. La banda sonora es excelente y las interpretaciones de Miley Cyrus son disfrutables para toda la familia.


Título Original: Hannah Montana the Movie
Director: Peter Chelsom
Intérpretes: Miley Cyrus, Billy Ray Cyrus, Margo Martindale, Lucas Till, Peter Gunn
Año: 2009, Disney
Género: Comedia musicalContenidos Específicos: Mensajes positivos, sobre humildad, cooperación e importancia de la familia.
Clasificación MPAA*: G Público General
*MPAA: The Motion Picture Association of America

DR. JOSÉ AGUSTÍN DE LA PUENTE: Visión que reafirma el sentido de peruanidad

De: http://www.sociedadamantesdelpais.com/

Si conversar con el doctor José Agustín de la Puente y Candamo siempre es un honor, el oírlo hablar de lo que realmente significa ser peruano y de la riqueza de esta herencia que recibimos de dos grandes culturas, como son la española y la indígena, nos llena de verdadero orgullo y nos hace sentir la necesidad de aportar más para fortalecer nuestra identidad nacional.

Precisamente ese es el objetivo que motiva a quienes formamos hoy la Sociedad Amantes del País, que ha renacido sobre la misma base de postulados que enarbolaba la sociedad del siglo XVIII, de aquellos que buscaban conocer y hacer conocer al Perú así como sembrar valores en la sociedad para que resulte una cosecha de buenos ciudadanos, y por ende un país mejor.



Para el reconocido historiador y abogado, hoy en día cobra gran vigencia la formación de la Sociedad Amantes del País debido a la enorme tarea que existe por delante para crear conciencia sobre lo que realmente es el Perú. Y es que a través del tiempo los peruanos hemos crecido creyendo que nuestra nación es solo el mundo andino o solo el mundo español. “Lo importante es ver cómo se ha formado el Perú con el transcurrir de los años y de la vida cotidiana. Hubo muertos e injusticias en el virreinato, pero de allí nacimos. Venimos de una historia difícil, no de leyenda de oro.

Lamentablemente, los peruanos a veces queremos aceptar solo lo bueno y bonito de la historia”, advierte el Dr. De la Puente. Sin duda, tal como lo señala, para empezar a crear una verdadera identidad nacional tenemos que aceptarnos en principio como herederos de una cultura que fue producto del mestizaje. “El mestizaje fue difícil por la riqueza de ambas culturas o civilizaciones.

La hispánica y la andina eran milenarias. No se trató del encuentro entre hombres primitivos; fue muy difícil, pero tuvo el don de crear nuestra propia cultura”, agrega. Al escuchar las palabras de este reconocido intelectual sobre lo que significa que seamos peruanos, comprenderemos, en la medida que interioricemos en nuestra conciencia patriótica –con sus buenos y malos pasajes a través de nuestra historia- que ni los españoles ni los indígenas fueron excluyentemente malos o buenos, victimarios o víctimas y podremos comenzar a sentirnos realmente hermanos los costeños, los serranos y los selváticos, pues todos conformamos esta gran nación. Y es esa visión de unidad la que puede cambiar el lente con el que hasta ahora vemos el acontecer en nuestro país.

Tal como afirma don José Agustín, nuestra autocrítica permanente y nuestra vocación por el ‘autogol’ nos destruye y genera un sentimiento de desesperanza, cuando realmente necesitamos ver las cosas desde una óptica más positiva. La Sociedad Amantes del Paísy el Mercurio Peruano

Al recordar lo que significó el surgimiento de la Sociedad Amantes del País en el siglo XVIII, por iniciativa de importantes pensadores que vivían y experimentaban aquella experiencia de ser peruanos, el Dr. De la Puente recalca que esta ebullición del pensamiento ilustrado cristiano buscó mostrar al mundo entero, a través del Mercurio Peruano, lo que significaba haber nacido en el Perú ya que las vivencias estaban ligadas al ambiente, la tradición y la historia de la naciente nación. “Yo siempre he pensado que el Mercurio Peruano bien podría llamarse “enciclopedia de las cosas peruanas” porque sus artículos están dedicados a tratar todas las caras del Perú.

Se trata de un periódico que no pudo haberse publicado 200 años antes simplemente porque no existía la vivencia”, comenta, y agrega: “El Mercurio no sale por casualidad, nace porque hay un ambiente de gente que se siente peruana y que quiere explicar errores que se ciernen en el extranjero sobre nosotros, los peruanos”.

Tatiana Coello Pohl Más de Don José Agustín de la Puente Candamo http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-04-29/el-caballero-historia.htmlhttp://academiaperuanadelalengua.org/academicos/jose-agustin-de-la-puente

LIBROS Y TIEMPO DE DESCANSO: ¿a quién pedir recomendación y qué cosas tomar en cuenta?

De: www.conoze.com
Por RP Jorge Enrique Mujica LC
A medio mundo le ha pasado que en su afán de conocimiento y sed de lectura ha acudido a otras personas tratando de encontrar el libro que necesita. Otras veces, quizá más de alguno se ha auto investido en perito del mundo editorial y se ha dado a la tarea de prescribir tal o cual lectura al que se acercó pidiéndolo.

Consta que el amor de los libros es el amor de la sabiduría. Pero también consta que no todo libro es amable ni mucho menos que toda lectura, por el hecho de serla, redunde en provecho del que la hace.
El mundo de la lectura también tiene sus mecanismos. Quien desea aprovecharla y sacarle beneficio debe ser consciente de que hay que acercarse con la humildad del que sabe que no sabe y que, sin embargo, por ese mismo hecho, ya tiene buen trecho andado. Aprovechar y disfrutar una lectura presupone una justa elección. En la elección radica el futuro como lectores avispados o como absentistas literarios.

A la hora de pedir u ofrecer recomendación sobre lecturas, se debe tener en cuenta una serie de pautas que, poco a poco, se pueden hacer hábito y ahorrar decepciones, desencantos o el rechazo a este medio por el que se comunica el saber, se alcanza el descanso o se edifica la vida.
El que pide la recomendación

A. A quién se pide la recomendación
No es discriminación hacer una buena elección. Hay que apelar a quien conoce. Al momento de pedir una recomendación no basta la buena intención y humildad de la pregunta.

Es un hecho: no todos están capacitados para recomendar un libro. Recomendar implica no sólo la buena voluntad de hacerlo cuanto un bagaje de lecturas fruto de un hábito adquirido durante años, acrisolado por la riqueza de la experiencia. Por tanto habría que considerar a quién se acude para pedir consejo so riesgo de llevarse una decepción.

En buena medida, una óptima recomendación también depende mucho del solicitante. Éste debería ofrecer pautas de orientación que ayuden al que recomienda a dar lo que busca. Dos coordenadas importantes son ¿qué se quiere leer y para qué se quiere leer?

Saber qué se quiere leer implica un mínimo de nociones literarias; distinguir entre los diferentes géneros (cuento, novela, ensayo, poesía, artículo, autobiografía, etc.). Tener claro para qué se quiere leer es cobrar conciencia de que hay diferentes modo de comunicar la sabiduría. No es lo mismo comunicarla de una forma novelada y con palabras fáciles de comprender que ayudan al descanso que de un modo más elaborado que acusa poner una mayor concentración. Una lectura puede ayudar a profundizar en un tema de interés de maneras diversas: haciendo descansar o fomentando el meter todo nuestro ser en el estudio de determinado argumento.

B. Quien da la recomendación
La experiencia hace la diferencia. Así como no es lo mismo que un catador recomiende tal cosecha vinícola o vino, tampoco es lo mismo que un experimentado sibarita lo haga de tal casa editorial o título de obra.

Un avezado lector sabrá recomendar mucho mejor que uno novel. Y es que aquél posee un bagaje de géneros literarios y un discernimiento crítico de autores, argumentos, casas editoriales, ideologías, etc. Pero posiblemente lo más rico de una experiencia como la de los lectores consumados sea su apertura a todo tipo de literatura, la ponderación, equilibrio y mesura de sus juicios y su deseo por seguir creciendo como lectores. Ya lo decía san Jerónimo: Crebrius lege, disce quam plurima (Lee con bastante frecuencia, aprende lo que más puedas; cf. Epist 22, 17).

Ciertamente el que recomienda un libro debe ser muy consciente de que sus gustos no son los del que pide la recomendación. Es un dato de experiencia: lo que nos gusta no siempre es lo que le gusta a los demás.

Para hacer una atinada recomendación es de desear:

B.1 Conocer el temperamento, personalidad y carácter del que la pide.
No es lo mismo recomendar un libro a un temperamento apasionado que a un amorfo, como tampoco lo es hacerlo para un sentimental que para un flemático. Las predisposiciones e inclinaciones temperamentales son diferentes, la personalidad les matiza un interés particular hacia determinados temas y el carácter les ayuda diversamente a perseverar en la lectura de lo recomendado. Aquí se presupone el conocimiento de los temperamentos.
B.2 Las coordenadas para la orientación del que recomienda.

Cada vez que se pide recomendación de un libro debería seguirse un para qué que oriente en la recomendación. El motor que nos lleva a leer puede ser distinto: unos buscan saciar una duda puntual, otros profundizar en determinado argumento, algunos más pasar un rato agradable y otros tantos descansar, investigar, estudiar, cumplir una tarea escolar, curiosidad, etc.

Un libro de historia no es lo mismo que uno de economía como tampoco es lo mismo una novela histórica que la historia de la economía. Por tanto, mientras más al detalle vayamos, más nítido y agradable será el encuentro libro-hombre.

Por último, el que recomienda una lectura debe saber qué tanto sabe el otro del argumento que está pidiendo consulta. No es lo mejor dar la bibliografía de una excelente obra cuando probablemente el que la recibe no tiene idea de lo que va a leer. Pensemos, por ejemplo, en un tema de historia: digamos —por mentar algo— la constitución del Estado de Israel. Si antes no se tiene un contexto general que ayude a ubicar el pasaje particular, será menos comprensible e incluso desagradable posar los ojos por nombres, fechas y hechos que no suenan a nada. En ese caso es mejor ofrecer primero un libro de historia universal que sepa ubicar al lector en el meollo de lo que podrá aprovechar luego y comprender mejor.

Hay muchos que son amantes de los libros, los leen y tienen bibliotecas completísimas de ellos. Otros más sólo tienen las bibliotecas y viven en el agobio de no poder dejar reposadamente sus ojos en ellos. Aquí convendría aplicar aquella máxima que no debe desanimarnos: si no puedes leer todo lo que tienes, basta que tengas cuanto puedes leer.

La lectura es la comida del hombre abierto a la erudición. Quien pide recomendaciones de libros denota su disposición a acercarse a esa erudición a la que naturalmente tendemos. Con lo hasta aquí expuesto de forma sumaria bien se puede hacer una idea de qué es necesario procurar y qué evitar al momento de pedir ayuda a la persona adecuada. Sí, en buena medida, un pedir recomendación es como una confesión y un ofrecerla como una absolución.
***
Lecturas por internet
Hay diferentes portales que ofrecen una amplia gama de títulos, ya de forma gratuita, ya de adquisición a través de una compra (con el oportuno envío de la copia impresa a domicilio).
Antonio González, numerario del Opus Dei, impulsa portales como http://dudasytextos.com/ y http://relibros.org/, desde donde es posible descargar una buena cantidad de libros de actualidad e interés de forma gratuita.

Otros portales ofrecen la posibilidad de compra. Partimos de la número uno de las editoriales católicas: la Librería Editorial Vaticana
(http://www.vatican.va/roman_curia/institutions_connected/lev/index_it.htm).
Es la más completa no sólo por ser la editorial oficial del Vaticano sino por el número de obras anuales que edita, la altura y profesionalidad de los autores, la calidad de los contenidos, lo óptimo del material, la diversidad de idiomas y el impacto que tiene a nivel mundial a través de las alianzas que realiza para la redistribución de cada libro. La página de inicio está en italiano y sólo ofrece la posibilidad de acceder a una parte en inglés. No obstante, hay numerosos títulos en español. Además edita pósters artísticos, calendarios y cuadernos.

Son numerosas las editoriales católicas nacidas con el fin de impulsar la fe. Tras la Librería Editorial Vaticana quizá la más importante sea la BAC (Biblioteca de autores cristianos: http://www.bac-editorial.com%20%20/). Al entrar al portal encontramos cinco pestañas en la parte superior (BAC, catálogo, novedades, compra, contacta con nosotros) y seis a la izquierda (noticias, buscador, distribuidores, descargas, enlaces y actualización) que facilitan enormemente la navegación. La BAC está especializada en temas y estilos como ensayos, documentos pontificios, espiritualidad, enciclopedias y santorales.
Otras excelentes editoriales son la Editorial Universidad de Navarra
(http://es.catholic.net/jorgemujica/www.eunsa.es) que ha redoblado publicaciones en campos como la filosofía y la teología; la Editorial Mandruvá (http://es.catholic.net/jorgemujica/%20www.hottopos.com) especializada en publicaciones de humanidades; la fundación Gratisdate (http://es.catholic.net/jorgemujica/%20%20www.gratisdate.org) quien produce obras católicas, las vende en España y las dona en Hispanoamérica; Ediciones Encuentro (http://www.ediciones-encuentro.es/), especializada en arte, literatura, historia, teología, filosofía, economía y política; Ediciones Rialp (http://es.catholic.net/jorgemujica/%20www.rialp.com) con gran variedad de títulos; Ediciones Palabra (http://www.edicionespalabra.es/ ) enfocada a la publicación de libros y revistas sobre formación humana y espiritual; Ediciones Paulinas
(http://www.esferalibros.com/) ; Criteria club de lectores (http://www.criteriaclub.com/) con muchas obras sobre actualidad, ensayos, literatura, religión, educación, infantil, juvenil, ocio; Sígueme (http://www.sigueme.es/), especializada en temas bíblicos, teológicos, de espiritualidad y humanidades; Misión Multimedia (http://www.misionmultimedia.com/) que recoge gran cantidad de recursos desde materiales audiovisuales hasta bibliográficos de gran calidad y Styria, quien se va colocando en el gusto del público por la calidad y profesionalidad de sus libros (http://www.styria.es/).

REFLEXIÓN: UNA EXPERIENCIA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN


Por Alfonso Aguiló

Sus padres, un hermano y su mujer habían muerto en las cámaras de gas. Él mismo había sido torturado y sometido a innumerables humillaciones. Durante meses, nunca pudo estar seguro de si al momento siguiente lo llevarían también a la cámara de gas, o se quedaría de nuevo entre los que se salvaban, o sea, entre aquellos que luego tenían que llevar los cuerpos a los hornos crematorios, y retirar después sus cenizas.


Víctor Frankl había nacido en Viena pero era de origen judío, y eso precisamente le había conducido hasta aquellos campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. Allí experimentó en su propia carne la dura realidad de una tragedia que asombró y asombra aún al mundo entero. Fue testigo y víctima de un gigantesco desprecio por el hombre, de todo un cúmulo de vejaciones y hechos repugnantes que, por su dimensión y su crueldad, constituyeron una dolorosa novedad en la historia.


Frankl era un psiquiatra joven, formado en la tradición de la escuela freudiana, y fiel a sus principios, era determinista de convicción. Pensaba que aquello que nos sucede de niños marca nuestro carácter y nuestra personalidad, de tal manera que nuestro modo de entender las cosas y de reaccionar ante ellas queda ya esencialmente fijado para el futuro, sin que podamos hacer mucho por cambiarlo.


Sin embargo, aquel día, estando desnudo y solo en una pequeña habitación, Frankl empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última, un reducto de su libertad que jamás podrían quitarle. Sus vigilantes podían controlar todo en torno a él. Podían hacer lo que quisieran con su cuerpo. Podían incluso quitarle la vida. Pero su identidad básica quedaría siempre a salvo, sólo a merced de él mismo.


Comprendió entonces con una nueva luz que él era un ser autoconsciente, capaz de observar su propia vida, capaz de decidir en qué modo podía afectarle todo aquello. Entre lo que estaba sucediendo y lo que él hiciera, entre los estímulos y su respuesta, estaba por medio su libertad, su poder para cambiar esa respuesta.


Fruto de estos pensamientos, Frankl se esforzó por ejercitar esa parcela suya de libertad interior que, aunque sometida a tantas tensiones, era decisivo mantener intacta. Sus carceleros tenían una mayor libertad exterior, tenían más opciones entre las que elegir. Pero él podía tener más libertad interior, más poder interno para decidir acertadamente entre las pocas opciones que se presentaban a su elección.


Como ha comentado Stephen Covey, fue precisamente esa actitud mental lo que permitió a Frankl encontrar fuerzas para permanecer fiel a sí mismo. Y se convirtió así en un ejemplo para quienes le rodeaban, incluso para algunos de los guardias. Ayudó a otros a encontrar sentido a su sufrimiento. Les alentó para que mantuvieran su dignidad de hombres dentro de aquella terrible vida de los campos de exterminio.


En aquel momento de tanto desprecio por el hombre, de un desprecio como quizá no había conocido la historia, cuando una vida humana parecía no valer nada, precisamente entonces la vida de este hombre se hizo especialmente valiosa. En las más degradantes circunstancias imaginables, Frankl supo sacar partido de modo singular al privilegio humano de la autoconciencia. Y le sirvió para comprender con mayor hondura un principio fundamental de la naturaleza humana: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir. Una libertad que nos caracteriza como seres humanos.


Ni siquiera los animales más desarrollados tienen ese recurso: están programados por el instinto o el adiestramiento, y no pueden modificar ese programa; es más, ni siquiera tienen conciencia de que exista. En cambio, los hombres, sean cuales fueren las circunstancias en que vivamos, podemos formular nuestros propios programas, proponernos proyectos en la vida y alcanzarlos.


Podemos elevarnos por encima de nuestros instintos, de nuestros condicionamientos personales, familiares o sociales. No es que esos condicionamientos no influyan, porque sí influyen, y mucho, pero nunca llegan a eliminar nuestra libertad. Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir. Y son esas dotes específicamente humanas las que nos elevan por encima del mundo animal: en la medida en que las ejercitamos y desarrollamos, estamos ejercitando y desarrollando nuestro potencial humano.

ENTREVISTA A JOSEPH PEARCE SOBRE: TOLKIEN: EL HOMBRE Y EL MITO


NUEVA YORK, 19 noviembre 2001 (ZENIT.org).- El estadounidense Joseph Pearce, convertido al catolicismo, es autor del célebre libro sobre J.R.R. Tolkien, «Tolkien: el hombre y el mito» («Tolkien: Man and Myth» de la editorial Ignatius Press).

«El Señor de los Anillos» es posiblemente el libro más vendido del siglo XX. Pearce reflexiona sobre Tolkien (1892-1973) y su obra en esta entrevista.
Algunos critican las historias fantásticas del autor de Oxford, considerando que detrás tienen una orientación pagana. ¿Es este el género de Tolkien?
Tolkien habla de mitos y de cuentos de hadas más que de «fantasía». Fue un practicante toda su vida y un auténtico católico practicante que creía que la mitología tenía la función de transmitir ciertas verdades transcendentes que de otro modo son casi imposibles de decir dentro de los límites fácticos de la novela «realista».

Para comprender la «filosofía del mito» de Tolkien, es útil empezar con una máxima de G.K. Chesterton: «los hechos no vienen antes; la verdad es la primera» («not facts first, truth first»).

Tolkien y Chesterton diferenciaron claramente entre hechos, que son algo puramente físico, y la verdad, que es metafísica.

De este modo, un mito o un cuento de hadas pueden expresar amor y odio, egoísmo y autosacrificio, lealtad y traición, bien y mal... Se trata de realidades metafísicas verdaderas, aunque expresadas en un marco mitológico.

No es necesario que los cristianos se preocupen del papel de una «historia» como transmisora de verdad. Después de todo, Cristo fue el más grande narrador de historias de todos. Sus parábolas podrían no estar basadas en hechos pero no necesariamente estos hechos fueron reales.

Tome, por ejemplo, la parábola del hijo pródigo. Probablemente, Cristo no se estaba refiriendo a un hijo concreto, ni a un padre en concreto, ni a un hermano envidioso en particular. El poder de la historia no reside en el hecho de que esté basada en los hechos sino en que está llena de verdad.

No pasa nada si el hijo pródigo nunca existió como persona concreta; existe en cada uno de nosotros. Nosotros somos todos, en un momento u otro, un hijo pródigo, un padre que perdona o un hermano envidioso. Es «aplicable» a todos nosotros. Es la verdad de la historia, lo que importa, no sus hechos.

Este era el punto de vista de Tolkien. Por otra parte, hay más verdad en «El Señor de los Anillos» que en muchos ejemplos de realismo ficticio.

En años recientes, lo mágico como juegos, espectáculos de televisión, etc. han cobrado mucha popularidad entre los adolescentes. Dado el modo en que los poderes mágicos son presentados en «El Señor de los Anillos», ¿piensa que podría ser peligroso para nuestros chavales?
Hay muy poco que pueda ser denominado mágico en «El Señor de los Anillos». Hay mucho más de sobrenatural, pero sólo en el sentido de que Dios es sobrenatural, o que Satán es sobrenatural, o que el bien y el mal son sobrenaturales.

Sería más apropiado describir lo llamado mágico en «El Señor de los Anillos» como «milagroso», cuando sirve al bien y «demoníaco», cuando sirve al mal.

La Tierra Media de Tolkien, el mundo en el que encuadra «El Señor de los Anillos», está bajo el poder final del Unico Dios. Está también bajo la influencia corruptiva de Melkor, el ángel caído que es el Satán de Tolkien.

El mayor servidor de Satán, Sauron, es el Señor de las Tinieblas que es el enemigo en «El Señor de los Anillos». En otras palabras, la Comunidad del Anillo está en lucha para acabar con los siervos de Satán.

¿Cómo pueden los cristianos poner objeciones a una búsqueda cuyo propósito es frustrar los malos designios de un enemigo demoníaco? Lejos de ser una «fantasía», «El Señor de los Anillos» es un «thriller» teológico.

¿Usted piensa que esta era la intención de Tolkien?

No hay duda de que «El Señor de los Anillos» es un mito profundamente cristiano pero esto no significa que sea una alegoría.

A Tolkien no le gustaba la alegoría pues la consideraba como una forma literaria más bien tosca. En una alegoría, el escritor empieza con aquello que se propone demostrar y construye una historia para llegar a este propósito. La historia es realmente poco menos que un medio para ilustrar la moraleja.

Tolkien creía que un mito no debería ser alegórico sino que debería ser «aplicable». En otras palabras, la verdad que emerge en la historia puede ser aplicada a la verdad que emerge de la vida.

Hay, de todos modos, bastante de verdad en «El Señor de los Anillos» aunque su autor nunca se propuso intencionalmente presentar alegóricamente su obra. Es, quizás, una sutil distinción pero era algo que Tolkien creía que era importante.

¿Qué valores piensa que nos puede enseñar «El Señor de los Anillos»?

Los valores que surgen en «El Señor de los Anillos» son valores que manan del Evangelio.
En la caracterización del hobbit, el más improbable de los héroes, vemos la exaltación de la humildad. En la figura de Gandalf, vemos el arquetipo de un patriarca del Antiguo Testamento, su bastón aparentemente tenía el mismo poder que el de Moisés.

En su aparente «muerte» y «resurrección», lo vemos emerger como una figura semejante a Cristo. Su «resurrección» se convierte en su transfiguración.
Antes de entregar su vida por su amigos era Gandalf el Gris; después, se convierte en Gandalf el Blanco. Es blanqueado en la pureza de su autosacrificio y emerge más poderoso en virtud que nunca.

El personaje de Gollum es degradado por su apego al Anillo, el símbolo del pecado de orgullo. El poseedor del Anillo es poseído por su posesión y, en consecuencia, es desposeído de su alma. El portador del Anillo siempre se hace invisible a aquellos que son buenos, pero al mismo tiempo se hace más visible a los ojos del mal.

Entonces vemos que el pecador se excomulga a sí mismo de la sociedad de los buenos y entra en el mundo de Satán.
Por último, el hecho de llevar el anillo por parte de Frodo, y su heroica lucha por resistir a la tentación de sucumbir a sus poderes maléficos, es semejante al llevar la Cruz, el supremo acto de olvido de sí.

De este modo, en «El Señor de los Anillos», las fuerzas del mal son vistas como poderosas pero no omnipotentes. Se da la percepción de que la divina providencia está del lado de la Comunidad y que, al final, ésta prevalecerá contra todos los pronósticos. Como Tolkien dice sucintamente, «Sobre todas las sombras cabalga el Sol».

Muchos se quejan de la depravación de los medios de comunicación. ¿Qué podemos aprender de Tolkien para mejorar la calidad del entretenimiento?

La mayor lección de Tolkien es la naturaleza objetiva de la verdad. El mal es real; al igual que el bien.
Bondad es la real presencia de Dios; mal es su real ausencia. Tolkien no tiene tiempo para el relativismo amoral que prevalece en buena parte del entretenimiento actual.
El hecho de que el mito de Tolkien contenga más verdad que muchas obras realistas constituye una condena de la falsa imagen que presentan los medios de comunicación.