Escribe Marco Tosatti en La Stampa que el “motu proprio” con el que Benedicto XVI “liberalizará” la misa tridentina se promulgará en las próximas semanas (entre la fiesta de la Anunciación, 25 de marzo, y Pascua). Informa el periodista de que este documento dará la vuelta a la situación actual:
Ahora los obispos la pueden autorizar o no (después de algunos vericuetos burocráticos); tras el “motu proprio”, se limitaran a controlar. Esto quiere decir que los fieles (un mínimo de treinta) que desean la misa según el rito de S. Pío V la podrán solicitar, teniendo en cuenta algunas condiciones generales de oportunidad.
Cuando se habla de la misa tridentina es casi obligado referirse a los seguidores de Lefebvre, ya que han hecho de esta liturgia uno de sus caballo de batalla (provocando así en la opinión pública la injusta percepción de que se trata de algo rancio o reaccionario). Según Tosatti, con esta disposición el Papa priva a los lefebvrianos de una de sus “armas”. En el texto se mencionan también las resistencias que esta medida ha provocado dentro de la misma Curia y en el episcopado francés.
Me parece que el significado de este gesto se comprende mejor después de la publicación de la exhortación apostólica “Sacramentum caritatis”. Entre otras cosas, el Papa explica en ese documento que también la liturgia hay que entenderla con la “hermenéutica de la continuidad”: la reforma litúrgica querida por el concilio Vaticano II hay que leerla en continuidad con la tradición litúrgica de la Iglesia”. Ya en otras ocasiones, siendo cardenal, había señalado la paradoja que suponía “prohibir” un rito que la misma Iglesia había celebrado durante quinientos años.
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