La experiencia del trabajo social en la ciudad de Abancay siempre es gratificante, no sólo por la simpatía y optimismo de la gente sino también por los excelentes contactos que tenemos en esa ciudad que nos facilitan la eficacia del trabajo.
Tanto en el comedor de ancianos, como en las visitas a familias pobres del barrio de "Pueblo Joven" y las clases con los niños y los jóvenes líderes del pueblo andino de Mollocorral (nos costó trabajo aprendernos el nombre!) nos hemos sentido más cerca de lo que llamo "el Perú profundo" -aunque sea frase muy acuñada por un ex-presidente cuyo nombre no mencionaré- y hemos constatado una vez más que hay mucho por hacer.
Agradecemos al grupo de jóvenes -bastante jóvenes!- voluntarias que participaron de este trabajo.
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