martes, enero 04, 2011

TOLKIEN Y SU UNIVERSO

El inicio. Recuerdos y fantasía se mezclan en “El señor de los anillos”, cuyo origen remoto fueron los idiomas que inventaba un niño huérfano para recordar a su madre.

Por: Camilo Torres

El Dominical, Domingo 2 de Enero del 2011
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El personaje más importante en la vida de Ronald (así lo llamaban en casa) fue, sin duda, su madre, Mabel Suffield. De ella recibió sus primeras clases de latín y la revelación de las lenguas extranjeras; el catolicismo, que fue fundamento de su obra; y la devoción por la botánica y la vida campestre, que lo llevó a abominar de la tecnología. Cuando ella murió en 1904, a los 34 años, el futuro escritor tenía 12 y ya hacía mucho que había muerto también su padre. Desde entonces la idealizó en una dimensión religiosa. La consideraba una “mártir”, pues haberse convertido al catolicismo hizo que su familia protestante la repudiara y quedara en la pobreza. Más tarde, en una carta a un amigo sacerdote, Tolkien confesará que la figura de Galadriel está inspirada en la Virgen María.

Mabel Tolkien



Edith Bratt


Ese tipo de fijación suele avenirse con devociones parecidas en el plano amoroso. Cuando Ronald conoció a Edith Bratt, él tenía 16 años y ella 19. Del deslumbramiento que vivieron ambos surgió la historia de Beren y Lúthien, que figura en “El Silmarillion”. Como su apoderado le prohibió verla, él esperó a cumplir los veintiún años para pedirle matrimonio. Protestante, ella fue presionada por su joven novio a cambiar de confesión y, al igual que Mabel, sufrió el ostracismo de su familia.


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Tolkien y Lewis

Sí sería un abuso de interpretación, en cambio, sospechar una atracción gay entre el autor de “El señor de los anillos” y el de “Las crónicas de Narnia”. C.S. Lewis se ganó el respeto de Tolkien, ambos profesores de Oxford, por su talento literario, y mereció su cariño cuando se hizo cristiano, y su desilusión cuando eligió el protestantismo. Nada en su amistad alienta las lecturas inquisitoriales de algunos.


Otro tema de discusión que impacientaba a Tolkien es la interpretación de su novela como alegoría de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo que escribir un prólogo donde recordaba a su público que antes hubo una primera y que a él le tocó vivir esa experiencia atroz en campos de batalla, donde casi todos sus amigos, salvo uno, fueron exterminados.

Ecologista

Resulta irónico que un novelista conservador y anticomunista haya tenido su público más ferviente entre los muchachos rebeldes de los sesenta y setenta. “Dust in the Wind”, la canción del grupo Kansas, quizá tomó su título de la descripción de la ruina de Mordor, donde aparecen esas palabras, y los hippies se sintieron identificados con el fuerte aliento ecologista que atraviesa la epopeya y hace del mundo vegetal, no un simple escenario, sino un participante activo. Esto nos puede llevar a responder, parcialmente, la pregunta sobre qué habría dicho el novelista del filme de Jackson. A Tolkien la tecnología le daba náuseas. Uno de sus peores recuerdos era la destrucción de unos árboles del pueblo donde vivía por obra de maquinaria industrial. En vez de auto usaba bicicleta.




Sus lectores recordarán la lentitud con que se desarrolla la historia, sobre todo en el primer volumen, y el asombroso detalle en la descripción de la naturaleza, la cual parece imponer un ritmo lento al relato. Compárese ese ritmo narrativo con la velocidad y los efectos especiales de la cinta y se tendrá una idea de las diferencias estéticas. Como vimos al inicio, la observación de las plantas fue una de las herencias de Mabel. Otra fue el estudio de lenguas muertas. En la orfandad, el niño Ronald se refugia en la fantasía lingüística y llega a inventar dos idiomas; su deseo de imaginar la historia de esas lenguas, su evolución y variedad es el origen de la historia de la Tierra Media. Tolkien fue un artista, como lo prueba su amor por el lenguaje, y por eso, por defender la poesía, tuvo feos desencuentros con los académicos de Oxford, pésimos lectores de las epopeyas medievales. De allí la importancia del ensayo “Los monstruos y sus críticos”, donde el escritor enseña a leer poemas épicos y justifica a sus pobres monstruos, a quienes los profesores ignorantes acusaban de “infantiles”. No extraña, pues, que la academia lo haya querido desaparecer: la “Historia de la Literatura Universal” de Oveja Negra dedica dos capítulos a las letras inglesas del siglo XX, en ninguno de ellos figura el nombre de John Ronald Reuel Tolkien.



1 comentario:

Jessy dijo...

bueno yo podria decir que Tolkien era bien humano, pero no muy catolico.