jueves, febrero 17, 2011

Actualidad: LO QUE CUESTA DEJAR EL SILLÓN PRESIDENCIAL EN ÁFRICA

Constituciones retocadas, elecciones canceladas o manipuladas, represión de los partidos oponentes… todas las estrategias han sido utilizadas por parte de algunos gerontócratas africanos con el fin de eternizarse en la jefatura del Estado.

Por Fernando Rodríguez-Borlado
Fecha: 6 Febrero 2011

Incluso se ha ensayado una especie de sistema hereditario sin rey, como recientemente ha sucedido en Gabón: el ocho de junio de 2009 murió Omar Bongo Ondimba, después de casi 44 años en la jefatura del Estado. Tras el breve mandato de un gobierno provisional, en octubre de ese mismo año Ali Ben Bongo, el hijo de Bongo Ondimba, asumió el poder tras imponerse en las elecciones.

Pero la recurrencia a las sagas familiares no es un fenómeno nuevo en África: en la República Democrática del Congo y en Togo ya había ocurrido algo parecido en 2001 y 2005 respectivamente. Es el caso del propio Egipto, donde antes de que estallara el conflicto los rumores ya situaban al hijo de Mubarak –que ya presidía el partido político de su padre– en la jefatura del Estado. Hoy esta posibilidad parece haber desaparecido. Y sin embargo, cabe preguntarse qué hubiera sucedido de no haberse contagiado Egipto de las protestas iniciadas en Túnez.

En cuanto a los procedimientos, si los golpes de estado fueron la moda para acceder al poder en los años 70 y 80, para aferrarse al sillón presidencial se prefiere la manipulación de la constitución o de las elecciones. Este es precisamente uno de los objetivos de estos expertos en mantener el poder: no armar jaleo.

Es el caso de Angola. José Eduardo dos Santos es el presidente de la República desde 1979. En 1992, en un gesto de magnanimidad, decidió retocar la constitución de forma que alguien le pudiera plantar cara en las elecciones, hasta entonces bastante previsibles al haber solo un partido. Sin embargo, el resultado de la primera vuelta no debió de gustarle, así que determinó suspender la segunda. Las últimas elecciones deberían haberse celebrado en 2009, pero han sido pospuestas sine die.

El mismo 1979, un golpe militar hizo desembarcar a Teodoro Obiang en la jefatura del Estado de Guinea Ecuatorial. Desde entonces hasta ahora, ha sido reelegido en todas las elecciones. Además, modificó los mandatos constitucionales que limitaban el número de veces que podía ser reelegido. Todos los procesos electivos han sido calificados de fraudulentos por la comunidad internacional. En el último, obtuvo un sospechoso 95,8% de todos los votos. Mientras tanto, el hallazgo de importantes yacimientos de petróleo ha convertido al país en uno de los mayores productores de África. Decir que es uno de los más prósperos sería ir demasiado lejos.


Muammar Al-Gaddafi

La estrategia de Muammar Al-Gaddafi en Libia ha sido distinta, aunque no mucho más sutil: de derecho, no es jefe del Estado, ni tiene ningún título político oficial, con lo que se evita el engorro de tener que modificar la constitución. Sin embargo, su control del país como líder de la revolución sigue siendo tan efectivo como cuando llegó al poder gracias a un golpe militar en 1969. Lo que sí ha cambiado es su política exterior. De suponer una amenaza por su colaboración con el terrorismo islámico, ha ido poco a poco suavizando su mensaje para dar gusto a la diplomacia occidental. Este año ocupa un sillón en el Consejo de la ONU para los derechos humanos.

Otro que le ha cogido gusto al poder ha sido Robert Gabriel Mugabe. En 1987 llegó al poder en Zimbabue, y a sus casi 87 años continúa ganando elecciones: las últimas en 2008, en las que obtuvo un 85,5% de los votos. Como todas las anteriores, han sido calificadas de fraudulentas por los observadores internacionales. Con Mubarak en la cuerda floja, Mugabe parece condenado a perder uno de sus compañeros del insigne club de los dirigentes octogenarios: en África ya solo le acompañaría Abdoulaye Wade (83), presidente de Senegal, aunque este “solo” lleve 11 años en el poder.




Paul Biya

El presidente de Camerún también lleva camino de morir en el poder. A sus 78 años, Paul Biya acumula 29 años de mandato. Y no parece peligrar el puesto: en las últimas elecciones obtuvo más del 70% de los votos, y su partido controla 140 de los 180 escaños con que cuenta la única cámara. Por si acaso, por deseo e Biya, el presidente de la república tiene poder para alargar o acortar la legislatura según le parezca.

Otro que se las ha arreglado para ir eliminando los límites a su poder ha sido Yoweri Museveni, presidente de Uganda desde 1986. Además de acumular los cargos de presidente de la república y jefe de gobierno, en 2005 hizo modificar la constitución para que pudiera ser reelegido sin límite.

La historia de Denis Sassou Nguesso es más complicada. Al poco de que la República del Congo obtuviera la independencia, trató de adaptar el marxismo a la realidad del país congoleño. El experimento no acabó de funcionar y en 1992, en las primeras elecciones democráticas, perdió el poder. Sin embargo, la guerra civil del 97 se lo devolvió. Su política ha provocado varios conatos de guerras más adelante y actualmente se vive en una calma tensa con los rebeldes.
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